En los últimos años he estado en una exploración personal muy profunda, rompiendo paradigmas y esquemas viejos que me traían atado a formas de llevar la vida y el trabajo que hoy considero erradas.
Por años las consideré dogmas inamovibles que determinaron la manera en que me vendía al público en general y además, al premiarme a través de múltiples caminos, generaron barreras para cambiar y ser una mejor versión de mi mismo.
Esto es parte de nuestras vidas. Los paradigmas, son esos “micromundos” que nos vienen acompañando por años y que en la medida que nos aferramos a ellos, más difícil nos resulta abrazar posibilidades distintas. Covey planteaba que los paradigmas nos mantienen aferrados a lugares conocidos, zonas de confort que no nos dejan avanzar ni aprender. Por momentos, en mi humilde interpretación, los presentaba como algo necesariamente negativo.
Hace tres años tuve la posibilidad de tener una de esas experiencias en la vida que se vuelven hitos. Asistí a un taller de entrenamiento con Rick Tamlyn, creador de la metodología “The Bigger Game”, que ayuda poderosamente en procesos de coaching al cliente a movilizarse de estas zonas conocidas hacia lugares nuevos, movido por propósitos apremiantes que generan “hambre” de cambio.
En este taller tuve una sencilla pero potente revelación y es que estos paradigmas, estas zonas conocidas, no necesariamente son negativas o nocivas. “Sirven, mientras sirvan” manifestó ese día Rick, a quien tengo en gran estima desde ese maravilloso entrenamiento. Esto quiere decir que a las zonas cómodas, como casi que a todo en la vida, debemos hacerles un proceso de análisis de pros y contras, recompensas y costos, para determinar si están siendo útiles o por el contrario, el costo de no hacer nada nos está llevando a lugares nocivos para nuestro crecimiento. Mientras las zonas conocidas nos produzcan más que los costos que generan, es mejor quedarnos quietos. Pero en el momento en que el análisis nos muestre algo diferente, debemos procurar el movimiento.
Hoy me doy cuenta que por años me mantuve en una zona conocida muy incómoda, lleno de rabias contenidas y culpando a otros por mi falta de determinación y acción. Incluso le doy la razón a personas que fueron muy críticas conmigo en cuanto a que estaba en una “zona de confort”, pero que en su momento no lograba ver ni percibir. Gracias a Dios, como dice el dicho “todo llega en su tiempo” y este hito surtió un efecto de varios procesos que inicié y que me ayudaron a dar saltos, tomar decisiones difíciles que fueron respaldadas (cosa que me hace creer que Dios muchas veces quiere, pero está esperando que nosotros decidamos), y movilizarme a un segundo tiempo en la vida profesional.
Quiero invitar a la reflexión de qué tanto en este momento en su vida usted puede estar como estuve en ese momento; casi catorce años construyendo un camino, sesgado por paradigmas que me hicieron muy exitoso pero que en un determinado momento, me llevaron a no ver que me había vuelto tóxico, con grandes costos para mi carrera, por el temor a lo desconocido y a la incertidumbre que produce un cambio. A continuación, quiero plantearle una serie de pasos para que usted revise qué tanto usted está hoy inmerso en paradigmas que no permiten que haya otras posibilidades distintas, y de repente el temor por lo desconocido lo bloquee y no puede avanzar.
Le doy gracias a Dios por permitirme compartirle estas palabras y animarlo para desatar procesos creativos y expansivos en su vida. Diseñe su camino y no espere que otros lo determinen por usted. Concéntrese en eso para lo que usted fue diseñado y no imite. Ponga sus talentos a su servicio para poder llevarlos a otros. Conéctese.